lunes, 3 de mayo de 2010

El pasado siempre asoma en las calles de Budapest

*Esta nota que escribí sobre Budapest fue publicada en el Suplemento de Turismo del Diario La Nación (Argentina) en la edición del domingo 2 de mayo de 2010. Click acá para leer la versión completa.

A veinte años del cambio de régimen, Budapest es uno de esos lugares del mundo donde aún se puede vivir la atmósfera del comunismo. Aunque la ciudad lucha por renovarse y despegarse de ese pasado detrás de la Cortina de Hierro, las marcas urbanas están presentes en cada rincón.
Pueden ser los vagones amarillos del viejo tranvía que recorre la orilla del Danubio, los trolebuses azules que circulan por el centro de Pest, un bloque de enormes edificios monocromáticos, una placa conmemorativa de la fallida revolución de 1956, una antigua estación de subte o hasta una cabina de teléfono. El cambio trajo consigo, además, una explosión de grafitis que convierten a la Budapest poscomunista en una ciudad tatuada. Son símbolos de un pasado que busca reciclarse en un país moldeado sobre la base de una mezcla de nacionalidades, ocupaciones y guerras.

Dos o tres días alcanzan para conocer los principales atractivos turísticos de Budapest: la zona del castillo de Buda, la Ciudadela en la cima del monte Gellért, el centro de Pest, la avenida Andrássy, el Parque de la Ciudad y alguno de los baños de aguas termales. Una estadía mayor deja lugar a alguna escapada, por ejemplo al lago Balaton, ideal para la temporada de verano. A pasos de Viena (240 km por autopista) y de Praga (550 km), Budapest es la mejor opción para conocer una ciudad más real y no tan turística. Es ideal para visitar todo el año, aunque sus habitantes reconocen que es aún más bella en primavera.

"Hungría fue un país comunista por 43 años y 133 días", comienza la charla Gabor Nagy, guía de Freebudapest Walking Tours. Durante la visita guiada, dedicada a desentrañar símbolos del pasado, Gabor mecha información dura con anécdotas de su vida y recuerdos de aquella época. "Hay dos etapas, los años duros en los años 40 y 50, seguida por tres décadas mucho menos estrictas", agrega.
Cada rincón de Budapest -que es resultado de la unificación de Buda, Pest y Obuda, en 1873- esconde un pasado dispuesto a descubrirse. La caída del Muro también dejó su huella en la arquitectura urbana. Las fachadas revelan dos ciudades: en la planta baja la moderna y más colorida Budapest, con tiendas, bares y restaurantes, dando paso a una monocromía en tonalidades marrones y grises en los pisos superiores.

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