
"Egy kicsit beszélek magyarul", es mi nueva frase de cabecera que reemplazó al "Nem beszélek magyarul". Basicamente pasamos de decir "no hablo", a decir "hablo un poquito". Optimista lo mío. Todo arrancó a fines de febrero y podemos decir que soy lo que se llama una alumna perseverante. Ya vamos por el tercer curso y soy la única que sobrevivió a los tres seguidos y no dejó por el camino.
Admito que estudiar este idioma es una experiencia difícil y frustrante. No es como otros que enseguida le agarrás la mano y empezás a hablar y comunicarte, sin importar los errores. No señores, acá la cosa es distinta. Puede ser que uno tome coraje, piense la frase cientos de veces en su cabeza, combine todas las reglas de gramática, sume sufijos y prefijos y se lance con toda la confianza a decirle algo a un húngaro. Les juro que la cara de "¿qué estás diciendo?" amilana al más valiente. Claro, acá la pronunciación es clave. ¿Te confundiste una "e" con una "é"? ¿No pusiste bien la boca al decir la maldita "ü"? Ya fue, no te entienden.
Pero no todo es dificultad. Vamos a contar las cosas buenas también (sobre todo para las muchas personas que se contactaron conmigo por este tema, no quiero asustarlos....vamos que se puede muchachos!). Por un lado admito que me divierten las clases, me entretiene (en general) hacer la tarea y día a día se aprende un poquito más.
Estos últimos tiempos siento algo bastante particular. Es como si estos meses muchas cosas hubieran estado tapadas por una gran nube gris. Todo era más o menos inentendible. Todo más o menos imposible de pronunciar. Pero de repente el cielo se va aclarando por partes y ese cartel en la cuadra de tu casa, ese que veías todas las mañanas, toma sentido. "Claro, esto era un estudio de abogados!" o "estos venden publicidad". Y esas pequeñas victorias cotidianas valen mucho en una tierra tan extraña como esta. O las fugaces "mini conversaciones" con el panadero o tu profesor de danza (que dicho sea de paso, desde que articulé dos oraciones seguidas, ahora piensa que manejo el idioma y se rehusa a que pida traducción a alguna compañera).
El otro día escuchaba como Anthony, un amigo francés (y argentino por adopción), ordenaba una pizza por teléfono en húngaro con una soltura envidiable. Cosas como esa me dan fuerza para seguir aprendiendo. Aunque muchos extranjeros que pisan estas tierras jamás intentan tomar una clase de magyar, hay gente como él que insiste y lo logra. "Creo que el mejor consejo que puedo darte es que te tomes esto como un juego. Para mí es una especie de hobby", me dijo mientras esperabamos la grande de muzzarella. Creo que fue una de las mejores recomendaciones que me han dado en todo este tiempo. Y bueno, será que hay gente que colecciona estampillas, otra que arma avioncitos de madera balsa y otras (como yo y como Anthony) que intentan aprender uno de los idiomas más difíciles del mundo. :)
¿Aprendieron húngaro? ¿Cómo fue su experiencia?