lunes, 18 de julio de 2011

Mi reino por un helado de Daubner

Cuando mi amiga Petra me dijo que no, que no podía ser que viviera hace más de un año en tierras húngaras y nunca hubiera ido a Daubner, me di cuenta que era algo serio. A ver, si hay una húngara que sabe de comida, es Petra. Y su comentario me hizo pensar que definitivamente no podía decir que conocía de gastronomía local, sin haber pisado esa casa de dulces perdida por las calles de Buda.
Y cuando les digo que ella sabe del tema es porque no estamos hablando de cualquier persona que anda por ahí dando consejos sin fundamentos. No, para nada. Tanto sabe Petra de comida que en su pueblo no dudaron en pedirle que sea jurado del festival de gastronomía local. “Es que nadie puede comer tanto como yo”, se ríe ella, que tiene que ir probando plato por plato, matizando con algunas copitas de Palinka.
Volviendo a Daubner, lo primero que puedo decirles es que está afuera de tEnlaceodo recorrido turístico. Y es por eso mismo que me sorprende la cantidad de gente que lo visita. Fui dos domingos por la tarde y estaba más que lleno. Hay dos colas distintas, una para comprar helados (Petra aegura que son los mejores de Budapest), y la otra para comprar suculentas tortas y todo tipo de pogacsas (uno de mis nuevos vicios que acá se puede comprar bien calentita, recién sacada del horno). Igual no se asusten por la cantidad de gente, también hay muchos empleados y todo avanza bastante rápido. Supongo que en la semana estará más tranquilo. Ah, y respecto a los helados, mi amiga Judit, otra fanática confesa del lugar, me dio un sabio consejo que no supe escuchar a tiempo: “‘Tenés que pedir al menos tres bochas!”.

Entonces, recapitulemos. Daubner no está en el centro, no importa. Daubner tampoco tiene mesas y sillas para sentarse a disfrutar sus delicias, pero tampoco importa. Los ansiosos se apoyan en las barras o se sientan en unos bancos afuera. Los que pueden esperar más se llevan las cosas a su casa, o improvisan un picnic en la orilla del Danubio (como en mi caso, con una pareja de amigos argentinos de visita en Budapest).
Si quieren seguir el consejo experto de Petra, tiene que probar flodni, un tradicional postre judío con manzana y semillitas de amapola. Y, como el viejo dicho de “Si Mahoma no va a la montaña, la montaña va a Mahoma”, un gris lunes por la mañana, antes de haber pisado Daubner por primera vez, Petra me recibió con un pedazo de esta torta. ¿Mejor marketing que ese? Imposible. Ya estaba mirando en el mapa a ver cómo iba a llegar!
Básicamente acá todo tiene un sabor super especial. Y lo mejor, los precios son los mismos que en cualquier cukrászda amiga. Después, no digan que no les avisé! Y si llegan a ir, avisen qué comieron asi seguimos sumando opciones.

pd: Perdón por la falta de fotos propias, pero sabrán entender que estaba entretenida con otras cosas :)